martes, 19 de mayo de 2020

Nuestra sombra volcada en el río - Washington Atencio




“Una inestabilidad es el afecto y sin embargo se vive como fortaleza”, escribe Franco Rivero en la contratapa de Nuestra sombra volcada en el río (Agua Viva, 2020) de Washington Atencio. De un modo parecido, Oscar Wilde escribe que la ternura es lo que da la fuerza. Es casi lo mismo: el corazón es un objeto de donación que se cae al piso, y a veces, alguien tiene la delicadeza de levantarlo, pasarle un trapito húmedo, tal vez de apoyarlo en su mesita de luz. En el mejor de los casos, el corazón se cae al agua.

“Tiemblo ante el reflejo de la sombra.” Dice el poema “Crecida”, y se enfrenta contra el miedo de un sujeto enamorado que no deja de ver sombras, remolinos oscuros donde el amado se evapora y se desvanece. ¿Pero a qué le teme más el deseo? ¿A la desaparición de esa boca añorada del otrx o a la destrucción del propio deseo que se pierde como Narciso en el reflejo del río? Un poco les teme a ambas. Nada mejor entonces que los poemas para albergar una voz que, verso tras verso, inaugura, abre:

Dibujo enredaderas en tu cuello
y mi respiración abre
todas las flores…

El río como evidencia constante del movimiento que atraviesa a los poemas, y no como un devenir desolador. Un río que se agita y hace un llamado de urgencia para que los cuerpos se toquen:

Deseo ser esqueleto, sostenerte
en pie frente al derrumbe
pero soy piel
carne
tendón apenas.

Y destaco en la torpe fineza de la negrita el movimiento de río que moja estos poemas: deseo, pero esto, deseo, pero tal cosa, deseo y tal. Ese es un poco el lenguaje del enamorado, infinito, pero insuficiente. Y creo que Washington es muy consciente de eso, que poema tras poema deja una semillita y ya se va para la otra página como si no lo viéramos, todo el tiempo empezando:

Mis dedos sepultan el deseo
en tierra que arde
colorada

Siembra y siembra la tierra esperando que un poco de ese río se haga lluvia, pero si no hay lluvia y si no hay nada, porque esto puede pasar, la voz del enamorado no corre ningún riesgo. Mira para arriba y dice:

Mi boca aletea tormentas
pronuncia cielo
y calla.

Roland Barthes lo dijo muy claramente: la angustia de la pérdida del sujeto amado se da desde el origen del amor. Inexorable como un río, y abismado, repite para sí: “No estés más angustiado, ya lo has perdido”. Pero estos poemas reconocen el temor del reflejo y vieron en ese espejismo que todo puede fácilmente trocarse en otra cosa mediante el lenguaje, y que una cosa vacía puede llenarse de emoción. Frente a la inminencia de la pérdida entonces, que se regodeen otrxs.

Agarro este libro precioso rosado que es Nuestra sombra volcada en el río (Agua Viva,2020) y navego como si hundiera mis manos en talismanes, como si tocara la aspereza de pequeños focos apagados que apenas con mi mirada se encienden en un rojo oscuro fogoso de un río que me lleva y me atraviesa y me habla.

Selección de poemas



Ciclo

Dibujo enredaderas en tu cuello
y mi respiración abre
todas las flores. Palpito
la siesta de higueras y naranjos.
Acaricio hasta el rayo que se acuesta
en tu torso
perdido entre fardos.

Anido tu hombro
gorrión apenas.
Me disuelve el horizonte
la noche desgaja mi canto.

Olvido el hambre,
vuelvo a nacer en el trigo
que brota
cuando cerrás los ojos.


Anidar

Tu respiración empieza
en la punta de mis dedos.

Inicio un viaje por tus vértebras,
ruta ondulada bajo mis yemas.

El sol se siembra en tu espalda,
campo a la tardecita
donde quiero germinar.

Deseo ser esqueleto, sostenerte
en pie frente al derrumbe
pero soy piel
carne
tendón apenas.

Tu cabeza se inclina hacia atrás
como buscando.
Cabe en el hueco de mi mano.


Límite

El filo
más peligroso:
la sombra de un cuerpo.


Lava

Mis dedos sepultan el deseo
en tierra que arde
colorada.

Sentado entre piedras
a medio quemar, desciendo
lento
con el suelo
que se hunde.

Palabra que cae

Beso
el árbol y la tierra
que tus pies besaron
antes.

Tendón y raíz
ceden
se elevan.

Tu vuelo se encrespa
se funde en el aire
lo anida.

Mi boca aletea tormentas
pronuncia cielo
y calla.


El despertar

En una jaula de barrio
sueña un pájaro.

Agita el corazón dormido,
espera en silencio.

Aún desconoce nuestro poder.



Washington Atencio (Entre Ríos, 1986) es profesor de Lengua y Literatura. Reside en Paraná y da clases en los niveles secundario, terciario y universitario. En 2019 publicó Una hoguera de jazmines (Camalote) y fue parte de la colección Tres Poemas (Ediciones Arroyo). Algunos de sus textos han recibido premios y menciones. Gestiona la librería Jacarandá y coorganiza el ciclo de poesía Río Abajo. En febrero de 2020 publicó Nuestra sombra volcada en el río (Agua Viva).

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