“Una inestabilidad es el afecto y sin embargo se vive como fortaleza”, escribe Franco Rivero en la contratapa de Nuestra sombra volcada en el río (Agua Viva, 2020) de Washington Atencio. De un modo parecido, Oscar Wilde escribe que la ternura es lo que da la fuerza. Es casi lo mismo: el corazón es un objeto de donación que se cae al piso, y a veces, alguien tiene la delicadeza de levantarlo, pasarle un trapito húmedo, tal vez de apoyarlo en su mesita de luz. En el mejor de los casos, el corazón se cae al agua.
“Tiemblo ante el reflejo de la sombra.” Dice el poema “Crecida”, y se enfrenta contra el miedo de un sujeto enamorado que no deja de ver sombras, remolinos oscuros donde el amado se evapora y se desvanece. ¿Pero a qué le teme más el deseo? ¿A la desaparición de esa boca añorada del otrx o a la destrucción del propio deseo que se pierde como Narciso en el reflejo del río? Un poco les teme a ambas. Nada mejor entonces que los poemas para albergar una voz que, verso tras verso, inaugura, abre:
Dibujo enredaderas en tu cuello
y mi respiración abre
todas las flores…
El río como evidencia constante del movimiento que atraviesa a los poemas, y no como un devenir desolador. Un río que se agita y hace un llamado de urgencia para que los cuerpos se toquen:
Deseo ser esqueleto, sostenerte
en pie frente al derrumbe
pero soy piel
carne
tendón apenas.
Y destaco en la torpe fineza de la negrita el movimiento de río que moja estos poemas: deseo, pero esto, deseo, pero tal cosa, deseo y tal. Ese es un poco el lenguaje del enamorado, infinito, pero insuficiente. Y creo que Washington es muy consciente de eso, que poema tras poema deja una semillita y ya se va para la otra página como si no lo viéramos, todo el tiempo empezando:
Mis dedos sepultan el deseo
en tierra que arde
colorada
Siembra y siembra la tierra esperando que un poco de ese río se haga lluvia, pero si no hay lluvia y si no hay nada, porque esto puede pasar, la voz del enamorado no corre ningún riesgo. Mira para arriba y dice:
Mi boca aletea tormentas
pronuncia cielo
y calla.
Roland Barthes lo dijo muy claramente: la angustia de la pérdida del sujeto amado se da desde el origen del amor. Inexorable como un río, y abismado, repite para sí: “No estés más angustiado, ya lo has perdido”. Pero estos poemas reconocen el temor del reflejo y vieron en ese espejismo que todo puede fácilmente trocarse en otra cosa mediante el lenguaje, y que una cosa vacía puede llenarse de emoción. Frente a la inminencia de la pérdida entonces, que se regodeen otrxs.
Agarro este libro precioso rosado que es Nuestra sombra volcada en el río (Agua Viva,2020) y navego como si hundiera mis manos en talismanes, como si tocara la aspereza de pequeños focos apagados que apenas con mi mirada se encienden en un rojo oscuro fogoso de un río que me lleva y me atraviesa y me habla.
Selección de poemas
Selección de poemas
Ciclo
Dibujo
enredaderas en tu cuello
y
mi respiración abre
todas
las flores. Palpito
la
siesta de higueras y naranjos.
Acaricio
hasta el rayo que se acuesta
en
tu torso
perdido
entre fardos.
Anido
tu hombro
gorrión
apenas.
Me
disuelve el horizonte
la
noche desgaja mi canto.
Olvido
el hambre,
vuelvo
a nacer en el trigo
que
brota
cuando
cerrás los ojos.
Anidar
Tu
respiración empieza
en
la punta de mis dedos.
Inicio
un viaje por tus vértebras,
ruta
ondulada bajo mis yemas.
El
sol se siembra en tu espalda,
campo
a la tardecita
donde
quiero germinar.
Deseo
ser esqueleto, sostenerte
en
pie frente al derrumbe
pero
soy piel
carne
tendón
apenas.
Tu
cabeza se inclina hacia atrás
como
buscando.
Cabe
en el hueco de mi mano.
Límite
El
filo
más
peligroso:
la
sombra de un cuerpo.
Lava
Mis
dedos sepultan el deseo
en
tierra que arde
colorada.
Sentado
entre piedras
a
medio quemar, desciendo
lento
con
el suelo
que
se hunde.
Palabra que cae
Beso
el
árbol y la tierra
que
tus pies besaron
antes.
Tendón
y raíz
ceden
se
elevan.
Tu
vuelo se encrespa
se
funde en el aire
lo
anida.
Mi
boca aletea tormentas
pronuncia
cielo
y
calla.
El despertar
En
una jaula de barrio
sueña
un pájaro.
Agita
el corazón dormido,
espera
en silencio.
Aún
desconoce nuestro poder.
Washington Atencio
(Entre Ríos, 1986) es profesor de Lengua y Literatura. Reside
en Paraná y da clases en los niveles secundario, terciario y universitario. En
2019 publicó Una hoguera de jazmines (Camalote) y fue parte de la
colección Tres Poemas (Ediciones Arroyo). Algunos de sus textos han
recibido premios y menciones. Gestiona la librería Jacarandá y coorganiza el
ciclo de poesía Río Abajo. En febrero de 2020 publicó Nuestra sombra volcada
en el río (Agua Viva).
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